sábado, 18 de octubre de 2008

Entre puntos

¡Anda que no hay clases de puntos! Puntos ortográficos, gramaticales, los puntos de sutura que nos dan después de haber hecho un rato el burro, los puntos del súper que se traducen en descuentos, y… ¡cómo no, los temidos puntos del carné de conducir! Esos bonitos doce puntos que cada uno de nosotros tenemos adscritos a nuestro papelito rosa, y que pueden volar por arte de magia si nos pasamos de listos ante la Guardia Civil. Pero leo con curiosidad, que este año se han impuesto también los ‘puntos’ a los alumnos de un instituto arandino; cada uno de ellos empieza el curso con cierto número de puntos. Si el alumno, o alumna, no se nos vaya a enfadar la ‘miembra’ del Gobierno, participa activamente en las actividades del centro educativo, se le pueden sumar puntos. Ahora bien, toda acción, tiene su reacción; si el alumno en cuestión (o alumna, que las chicas también las arman pardas) monta alguna en el centro, se le van restando puntos. Si finalmente el saldo de puntos se queda a cero, el alumno parece ser que es expulsado del instituto. Y la verdad, es que la idea es un tanto peregrina, pero no deja de ser curiosa, muy curiosa.
Ahora bien, vamos a buscarle una aplicación práctica, sencilla y para toda la familia, de esta idea que han tenido ciertos docentes. Y cómo no, para no perder la tradición, lo vamos a aplicar a la vida política, desde un punto de vista malicioso. ¿Cómo sino? ¿Se imaginan a un político expulsado de, digamos el Congreso de los Diputados, por ejemplo, por no haber asistido a las sesiones plenarias? Nada, muy mal ejemplo, y poco dañino. Pensemos más de cerca, en el edificio de la Plaza Mayor donde cada mes se reúnen los representantes de los habitantes de esta nuestra Villa. ¿Se imaginan un sillón vacío, porque cierto concejal, o concejala, ha sido expulsado por no trabajar? ¿O por insultarse? ¿O por incompetencia pura y dura? Que cada vez que uno de esos que se llaman gobernantes, insultase, escupiese, faltase al respeto a otro se le restase un punto; que pese a tener en sus manos el poder solucionar problemas de los ciudadanos de a pie, por pura desidia o incompetencia, no se hayan resuelto, fuera todos los puntos. Y así, punto a punto, hasta que quedase vetada su entrada, en, digamos, un Pleno por ejemplo. Pondría en un serio apuro tanto al Equipo de Gobierno como a la Oposición, porque la gran mayoría de los temas dependen de una mano levantada o no. ¿Se imaginan? Sería interesante ver el resultado que obtendríamos. Una buena manera de recordarles que, el sillón no es gratuito, y que están ahí para trabajar por y para el Pueblo, que a fin de cuentas es quien les paga, quien les pone y quien les quita.

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